En la imponente Ciudad de México, dentro de la colonia Tabacalera, se distingue el monumento a la Revolución. Esta obra se puede apreciar desde distintos ángulos de la ciudad y es el punto de encuentro para muchos locales y extranjeros.
La historia que envuelve este lugar, es de altos y bajos porque su construcción fue detenida en varias ocasiones, sin embargo, en la actualidad es considerado uno de los emblemas más representativos de la ciudad de México, así como la Torre Latinoamericana, la Basílica de Guadalupe o el Palacio de Bellas Artes. No es de extrañarse que los souvenirs tengan como diseño, la fachada de estos edificios.

¿Cómo se planeó la construcción del Monumento a la Revolución?
Las primeras concepciones de este proyecto iniciaron en 1910, cuando el presidente Porfirio Díaz planeó la celebración del centenario de la Independencia de México con un emblema que perdurara en el tiempo: un monumento. La idea del presidente fue organizar un concurso internacional para la construcción de la sede legislativa, con la esencia del movimiento de independencia.
¿El arquitecto ganador? El francés Émile Bérnard. Su diseño fue el que más se apegó a los requerimientos y propuso la sede del Palacio Legislativo, con una dimensión de 14 mil metros cuadrados.
La inspiración de esta obra fue tomada de la majestuosidad de recintos como el Capitolio de Estados Unidos y el Parlamento de Budapest. Émile Bérnard planeó una conexión arquitectónica entre Palacio Nacional, la Plaza de la Constitución y el Palacio Legislativo con su Plaza de la República, para crear una composición que reflejara el impacto de la nación mexicana.
El proyecto se planeaba de maravilla, sin embargo, sufrió muchas pausas por los movimientos revolucionarios del país y toda la inversión que se tenía que hacer. En 1912 la obra se abandonó y la estructura metálica quedó incompleta.
Cuando la Revolución Mexicana concluyó, el arquitecto Bérnard propuso al presidente, que se continuara con los planes de construcción y se hicieran modificaciones para que en ella se conmemorara a los héroes del movimiento revolucionario. Pero la muerte de ambos dio inicio a otra temporada de suspensión de la obra.
La inspiración de Émile Bérnard, arraigada a la estética europea neoclásica, simbolizaba funcionalidad arquitectónica y también se convertía en testigo de la historia e identidad de un país que se levantaba después de varios conflictos armados. Este monumento no sería simplemente un edificio, sería la sede para conmemorar el Centenario de la Independencia.
Tiempo después, en 1938, el Monumento a la Revolución se inauguró como un mausoleo y mirador público. El escultor Oliverio Martínez, fue el seleccionado para diseñar las columnas que conocemos el día de hoy. Su idea se fundamentó en la personalidad independiente y revolucionaria de México, con las siguientes temáticas: Independencia, Leyes de Reforma, Leyes Agrarias y Clases Obreras.
Años más tarde, en 1970, un desperfecto en el elevador, provocó que se cerraran las puertas al público. Este fallo técnico, aparentemente insignificante, se convirtió en un impedimento que durante tres décadas mantuvo oculto el acceso a una de las vistas panorámicas más hermosas de la ciudad.
El Monumento a la Revolución en la actualidad
En el 2009, se emprendió una ambiciosa transformación de la Plaza de la República, destinando una inversión estimada en 360 millones de pesos. Este proyecto integral no solo dio un nuevo rostro al lugar, también contempló la implementación de un acceso renovado al Museo subterráneo.
Como parte de esta restauración, se inauguró un moderno elevador panorámico que permitía a los visitantes ascender de nuevo al mirador. De esta manera, el Monumento y Museo a la Revolución experimentaron una transformación completa, siendo recuperados y restaurados para ofrecer una experiencia revitalizada para los turistas locales e internacionales.
Finalmente, el 20 de noviembre del 2010, el monumento se inauguró como una conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana.

Actualmente, el monumento alberga el Museo Nacional de la Revolución, que dispone de tres espacios de exposición:
Museo de sitio, que ofrece una visión detallada de las fases de construcción del Palacio Legislativo (hoy monumento a la Revolución).
Sala de exposiciones temporales, que presenta muestras rotativas sobre temas específicos para enriquecer la comprensión del movimiento armado de 1910.
Salas de exposiciones permanentes distribuidas en ocho salas, organizadas de manera temática y cronológica.
Además de esto, los visitantes pueden planear una actividad llamada “Amaneceres monumentales”, en donde se aprecia la salida del sol en el esplendor de la Ciudad de México.
Datos que llamarán tu atención
Para cerrar este blog, te compartimos 5 datos interesantes sobre el Monumento a la Revolución que te sorprenderán:
Con el objetivo de financiar la edificación del Monumento a la Revolución, se estableció un patronato que gestionó donaciones y la venta de bienes del Estado, incluyendo la valiosa vajilla de plata que originalmente estaba destinada para ser donada al restaurante del Palacio de Bellas Artes.
La majestuosidad de sus 14,700 metros cuadrados de construcción, lo iban a coronar como el monumento más grande del mundo. Pero los retrasos y el abandono de la obra no permitieron este récord.
Durante la ceremonia de colocación de la primera piedra (1910), se sepultó una cápsula del tiempo que contenía monedas, periódicos, fotografías y documentos contemporáneos. Hasta el momento, esta cápsula permanece sin ser hallada.
Para lograr esa imponente edificación, se estima que participaron más de 3, 000 obreros.
Oliverio Martínez esculpió cuatro columnas escultóricas compuestas por tres figuras cada uno. Para dar vida a estas obras, se inspiró en los hijos del arquitecto Carlos Obregón Santacilia, en los dedicados trabajadores de la construcción y las mujeres que con cariño les llevaban la comida.
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